domingo, 27 de abril de 2008

Los medios de comunicación

Siempre he sido un apasionado de la comunicación, en todos sus sentidos. En muchos terrenos, y especialmente en la política, lo que no se comunica es como si no se hiciera. Igual pasa en el mundo de la empresa, del deporte e incluso de la farándula. Quien no sale en los programas basura, no existe. En la última campaña, decía en un mitin Felipe González, dirigiéndose a algunos ministros que lo escuchaban: “lo habéis hecho bien, lo habéis comunicado mal”.

Esa comunicación, según las elementales teorías, necesita del emisor, el receptor, el mensaje y, de forma inexcusable, el medio. Hace falta un medio por el que se transmitan los mensajes y se “entiendan” por quienes lo han de recibir. Y, por extensión, hablamos de medios de comunicación para referirnos a la prensa en general, sea escrita, audiovisual o por Internet. Por tanto, los medios juegan un papel importantísimo en esa comunicación.

No obstante, el papel de esos medios no es neutral, no se limita a transmitir el mensaje. Lo interpreta, lo adoba, lo comenta. Así debe ser. Decía no hace mucho Iñaki Gabilondo, que “los hechos son sagrados, las opiniones son libres”.

En esa lógica, hay dos extremos que me parecen poco recomendables, por ser suave.

En un extremo, los medios que tratan, con cualquier método, de influir e incluso manipular a quienes tienen que tomar las decisiones. Los hay especialistas en esa tremenda presión. Últimamente me levanto muy temprano y oigo, no mucho rato, a Federico Jiménez Losantos en la COPE. Siempre he pensado que hay que leer y oír a quienes no sienten lo mismo que tú. Lo he oído machacar a los socialistas de forma inmisericorde. Pero en los últimos días, es, incluso para mí, insoportable como insulta, ningunea, presiona, vilipendia, a Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Gallardón y compañía. Quien ose discrepar de sus “homilías”, sufre los despiadados ataques suyos y de sus tertulianos, con especial brillo de Pedro José Ramírez y Luis Herreros.

En el otro extremo, no menos despreciable, los medios que se limitan a la propaganda, a la alabanza, al ensalzamiento del “líder”, a la manipulación de la verdad si no es favorable al régimen. Y si cuando son privadas, repelen, cuando son de capital público es algo deleznable, a evitar por la salud de la democracia misma.

Y en el amplísimo margen del centro, la crítica saludable (aunque siempre nos molesta a quienes mandamos o hemos mandado), la noticia contrastada, la opinión plural, el acceso fácil para todos.

Es tarea de todos conseguir esa limpieza necesaria en los medios, que favorezcan el conocimiento de la realidad y, por tanto, el sentido crítico de la sociedad que tanto ayuda a avanzar.

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