viernes, 11 de abril de 2008

Globalicemos los Derechos Humanos

Globalización es una de las palabras modernas más usadas en términos económicos. Entendemos por globalización la desaparición de las barreras físicas, legales y jurídicas que siempre ha supuesto las fronteras nacionales. Las multinacionales han sido la máxima expresión de este fenómeno.

Así, hemos visto como empresas rentables en nuestro entorno han cerrado porque es más rentable fabricar en Marruecos o en Rumanía. En Alcalá sufrimos de manera muy especial y vergonzosa el cierre de la factoría de Gillette, pero son muchas más las que conocemos.

También hemos sufrido/disfrutado de la globalización en la inundación de productos de otros países, más baratos, no siempre más buenos. El made in Korea, in China, in Indonesia o in Malasia son tan habituales que no nos llaman la atención.

Quizás la máxima expresión de esta globalización, y también la menos vista por el común de la ciudadanía, es la referida a los grandes capitales financieros. Hoy todo se hace vía Internet, y miles de millones de euros de un opaco fondo de pensiones norteamericano compran o venden una empresa, un pozo petrolífero o juegan a subir y bajar en segundos la Bolsa, dejando una abultada regalía en algunos bolsillos.

Ese proceso parece inevitable, y sería chocar con un muro luchar contra ellos, a riesgo de que nos califiquen de ilusos, incluso de retrógrados.

Sin embargo, es una necesidad urgente que pongamos todo nuestro empeño, fuerza e imaginación en conseguir que esa globalización se produzca también en materia de Derechos Humanos y de Derechos Sociales. Es inevitable que una empresa migre para reducir sus costes, pero no que lo haga a costa de la explotación de menores, mujeres o en condiciones de semiesclavitud.

O que nos inunde de productos baratos un país que no respeta los derechos humanos, reprime salvajemente a sus ciudadanos, recorta sin piedad libertades y cultura.

En este sentido, es muy importante la labor que hagan los gobiernos y las instituciones transnacionales. Pero igual o más importantes es que los ciudadanos, los hombres y mujeres, nos movilicemos contra esas flagrantes violaciones básicas. De forma activa, como está ocurriendo con la solidaridad con Tibet y los Juegos Olímpicos de Pekín, en el traslado de la antorcha olímpica. Nada más lejos del espíritu deportivo que los acontecimientos que allí ocurren.

Es tarea de todos y todas. No vale mirar para otro sitio, o considerar que eso ocurre muy lejos. A quien eso piense, que mire las etiquetas de lo que compra. Verá cuán cerca estamos.

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