martes, 8 de abril de 2008

Ser felices es posible

Alcanzar la felicidad es el deseo más compartido y más legítimo por todas las personas. Quizás tengamos que detenernos en la definición de felicidad, la que nos da la Academia es un poco vaga, creo. Hemos hecho muchos tópicos de este término. La felicidad no existe, sólo los momentos felices, dicen unos. La felicidad no es una meta, es un camino, comentan otros.

Viene este tema a colación por un excelente reportaje que apareció este domingo en El País Semanal, sobre Islandia, y que empezaba y concluía que allí están los seres humanos más felices, y que su país es el lugar donde mejor se vive del mundo.

Ya se que la estadística tiene sus cosas, y esta clasificación viene, entre otros, por el Índice de Desarrollo Humano del PNUD. Nos puede costar creer algo así, con un clima y unas condiciones tan extremas, sobre todo para los que somos de esta tierra bendita de sol, luz, vida y convivencia.

Sin embargo, leyendo el artículo completo, se descubre que hay algunas condiciones sociales que facilitan notablemente las condiciones para poder acercarse a esa felicidad deseada. Y que todo responde a un proyecto compartido.

Una igualdad entre sexos real, donde los permisos de maternidad/paternidad son compartidos casi a partes iguales entre padres y madres, hombres y mujeres. Donde el sistema público de guarderías, con horarios flexibles, alcanza a todos los que lo necesitan.

Una educación pública, gratuita, de calidad, con profesores motivados y padres implicados, bilingüismo. La posibilidad de viajar para ampliar o desarrollar estudios en otros países. Una capacidad de esfuerzo y superación adquirida desde muy niños. Un sistema de investigación íntimamente ligado a la empresa y a la generación de valor añadido.

Y un sistema público de prestaciones sociales, sostenible y viable, solidario que garantiza una libertad basada en la igualdad y la seguridad.

Como se puede ver, la receta funciona y es viable. No es cuestión de nuevas Terceras Vías, sino de solidez en los principios y capacidad de hacerlo posible.

Estas condiciones no son una utopía, sino una necesidad frente a quienes defienden el neoliberalismo feroz.

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