martes, 1 de septiembre de 2009

La catedral de Southwark, la religión y la igualdad.




Buscando la calle que nos llevara a la Torre de Londres, me tropecé con una preciosa catedral, semienterrada entre los pasos elevados que habían construido, pero de unas hechuras que me cautivaron. Era la catedral de Southwark, consagrada a San Salvador y Santa María Overie. Cuando viajo, siempre entro en las iglesias que encuentro abiertas, me cautivan.

En ésta, además, se oía desde fuera unos bellos cantos, como si estuvieran celebrando oficios, por lo que precipité a entrar. Por dentro era aún más bonita, un precioso crucero y un maravilloso altar. Y cantaba un coro que llenaba toda la nave con sus voces.

Pero no eso lo que más me impresionó. Ciertamente, iba a empezar una misa. Estaba llena. Desconozco las diferencias sustanciales entre la “facción” anglicana y la católica, salvo en lo referente a la primacía del Papa o la Monarquía. Poco más que lo que he visto en la serie televisiva Los Tudor. Sí comprobé que la liturgia es muy, muy parecida, en la estructura de la misa, el papel de los oficiantes, las lecturas, la consagración, etc.

Una diferencia sí era clave, al menos para mi. No lo esperaba. Quien presidía, quien oficiaba la misa, era una mujer. Y por sus ropajes, alto cargo de la Iglesia. La auxiliaban en la misa dos personas, vestidos como presbíteros, un hombre y otra mujer. Eso, para los católicos, apostólicos y romanos, no es normal.

El choque nos hace pensar. ¿Qué tiene de raro que una mujer haga lo mismo que hace un hombre? ¿Por qué ese veto? Dada la tremenda influencia que en nosotros, activa o pasivamente, tiene la religión, si esos vetos no desaparecen, si los papeles cruciales no se igualan, seguirá representando un choque mental, que impedirá que la igualdad real, no la estadística ni la aparente, triunfen en nuestras sociedades y, sobre todo, en nuestras mentes. No es importante que hagan de sacerdotes. Es importante que no puedan hacerlo.

No es solo una práctica de los católicos. Casi todas las religiones marginan a la mujer de los puestos importantes, aunque digan que les reservan otros papeles cruciales. Nosotros, los hombres, les reservamos esos papeles.

Dicen algunos estudiosos que, en un principio, no era así. Que las iglesias han modificado el papel original de la mujer, para mayor gloria y poder de algunos hombres.

Parafraseando a Ortega, “..y si no cambiamos nuestras circunstancias…….”

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