martes, 8 de julio de 2008

Trigésimo séptimo

Ese es el ordinal del Congreso que los socialistas hemos celebrado en Madrid este pasado fin de semana. Digo “hemos” en el sentido mayestático del término, pues, como ya tuve ocasión de comentar en estas páginas, no he tenido la oportunidad de participar directamente. Es la primera en muchos años que no puedo participar, y lo he echado de menos. No caeré, como puedan hacer otros, en decir “que pude pero no quise” o que “quiero centrarme en lo que hago ahora”. No. No he ido porque estoy en franca minoría, Pero todos sabemos esa teoría de los ciclos, y yo los he tenido en mi vida.

De este Congreso, que he seguido con fruición, a través de todos los medios posibles, y sobre todo Internet, destacan varias cosas.

Primera, la capacidad y valentía de José Luis Rodríguez Zapatero de afrontar renovaciones y puestas en valor de personas jóvenes. En puestos de decisión reales, de escaparate.

Segunda, la capacidad de generar propuestas que enlacen con ideas nítidas de la socialdemocracia actual. Se podrá acusar a Zapatero de muchas cosas, pero no de tener algunas cosas claras y decirlas. Y, más aún, de cumplirlas.

Por eso, a ver si cunde el ejemplo.

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