sábado, 28 de marzo de 2009

La soledad del Gobierno o paradojas de la política.

Ciertamente, es complicado a veces entender algunas cosas de la política (escrito a conciencia con minúscula). Para quienes estamos dentro, nos cuesta. Para quienes no están tan cerca, resulta casi incomprensible.

Quiero referirme con esta introducción a la campaña emprendida ahora contra el Gobierno socialista, acusándolo de estar solo, de no tener apoyos en el Congreso, de perder votaciones. Si analizamos las causas inmediatas de esta soledad, con causa remota en el ajustado resultado electoral de hace ahora un año, vemos que es la decisión de los socialistas vascos de gobernar en solitario, con el apoyo del Partido Popular, la que ha hecho perder el apoyo en Madrid del Partido Nacionalista Vasco, clave en asuntos como la reciente aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.

La paradoja, o directamente el mal uso de esa “política”, es que el Partido Popular se apoye ahora en el PNV y en CiU para dejar en soledad al Gobierno. Siendo como ha sido la “cuestión vasca”, en sus distintas vertientes, lo que ha ocasionado la mayor confrontación entre PSOE y PP, cuando existe la posibilidad de hacer un gobierno no nacionalista, cuando eso es posible por el acuerdo entre las dos grandes formaciones nacionales, resulta difícil de entender.

Si el PSOE hubiera optado por la opción fácil y cómoda, aceptar el pacto propuesto por el PNV para gobernar juntos, la campaña del Partido Popular, y sus muchos medios afines, hubiera sido brutal (o sea, más brutal). Cuando el acuerdo entre el Partido Socialista de Euskadi y el PP de allí mismo parece inminente, con la Presidencia del Parlamento para los populares, con 13 escaños de 75 totales, más dura es la confrontación en el Estado.

Otra cosa difícil de entender es la moda de la política-espectáculo, en la que hacemos más importante la repercusión de lo que decimos que la propia decisión en sí, De eso tenemos algunos ejemplos recientes en nuestro pueblo, y lo de Kosovo ha sido espectacular (perdonen la redundancia voluntaria). De cómo una acertada y justificada decisión la convertimos en un hándicap por preocuparnos más la noticia que la decisión.

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