domingo, 22 de marzo de 2009

La (In)seguridad ciudadana

No cabrá duda alguna al decir que la seguridad es la mayor preocupación del individuo en cuanto ser social. En la famosa pirámide de Maslow, sobre las jerarquías de necesidades, ocupa el segundo lugar, tras las necesidades fisiológicas (Comer y beber, imprescindible para la subsistencia).

Fue Hobbes quien dijo que “el Estado debe tener el monopolio de la violencia”, cuando enunciaba su segunda ley de la naturaleza diciendo que “cada hombre renuncia o trasfiere su derecho a un poder absoluto que le garantice el estado de paz”. De esta forma, un tanto desagradable (fue quien planteó que “el hombre es lobo para el hombre”), queda establecido que el Estado, en cualquier forma, orden e institución, debe garantizar la seguridad a todos sus miembros.

Viene esta reflexión al hecho notable de la manifestación que, por la seguridad ciudadana en nuestro pueblo, ha tenido lugar en esta semana. Con independencia de la tradicional guerra de cifras (he oído y leído desde 400 a varios miles de asistentes), es un hecho muy relevante que, en estos tiempos de desmovilización social que atravesamos, se produzca esta expresión popular. Y más aún si, como creo, su convocatoria surge de forma espontanea sin organización (y con la lógica adhesión de los partidos en oposición) y es respaldada de esa forma. El origen, o la gota que colma el vaso, una agresión en lugares de la llamada “movida juvenil”.

He sido responsable municipal de esa función durante ocho años y me tocó vivir situaciones similares. Incluso peores. Aprendí con el Jefe Superior D. Julián Martínez y el gran policía (recordado siempre por sus muchísimos amigos y admiradores) Pepe del Río, que la seguridad es un problema más de percepción que de estadística. Si los ciudadanos se sienten inseguros, lo están, con independencia de que los índices hayan subido o bajado unas décimas.

Mi opinión, y mi experiencia, me dice que hay que afrontar estas situaciones con valentía y decisión, con dialogo, mucha información y, sobre todo, medidas concretas de presencia policial, conjunta, coordinada y permanente.

Pero dicho eso, con toda claridad, nadie debe usar la legítima preocupación de los padres , y los ciudadanos en general, para crispar el clima social, ni para criminalizar a un sector (los jóvenes) o una zona de Alcalá. Ni siquiera un modo de diversión. Nunca las medidas adoptadas en el calor del momento, o inspiradas por el dolor terrible de las consecuencias, han sido útiles ni justas.

No despreciemos nunca el necesario análisis de las causas sociales y la prevención. No renunciemos al valor del dialogo y la comunicación, de la educación y la acción colectiva, de aquello de lo que he hablado varias veces y se denomina el “capital social”.

No olvidemos que el clima social es propicio a situaciones de miedo y temor que hacen fácil la radicalización. Y, por desgracia y siendo absolutamente ajenos, nuestro pueblo está siendo demasiado mencionado en temas de “crónica negra”.

Así, que, manos a la obra. No vale descalificar, decir que son los de siempre, que hay manipulación. Hay que demostrar en estos momentos la grandeza de miras y la eficacia en la acción. La ciudadanía lo demanda.

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