martes, 10 de marzo de 2009

Elecciones autonómicas (I) Galicia.

El domingo día 1 de marzo se celebraron elecciones en dos comunidades autónomas de las llamadas históricas, del 151 de la Constitución. Las decisiones de sus Presidentes de adelantarlas las hizo coincidir en el día. Eso ha hecho que se hagan muchas lecturas de sus resultados, por cierto dispares. Incluso se habla de su extrapolación a resultados nacionales, de su carácter da salvavidas de Rajoy, y algunas cosas más.

En ambas elecciones convenía esperar al recuento del CERA (Censo de emigrantes y residentes ausentes), porque podía, como así ha sido, cambiar los resultados.

Ahora, quiero dar mi opinión de algunos aspectos de sus resultados, lecturas puntuales que recogen, nada más y nada menos, que mi opinión personal y libre. Y sujeta a críticas.

Empezando por Galicia, creo que una cosa destaca sobre las demás. No hay precedentes de que una sola legislatura termine agotando a un gobierno. Lo normal es que, al menos, los electores concedan la oportunidad de un ciclo de ochos años. Parece que no ha funcionado el bipartito con los nacionalistas del Bloque.

En contra de los análisis teóricos, la mayor participación no ha perjudicado a la derecha. Esta vez, al contrario, ha beneficiado al Partido Popular la masiva afluencia a las urnas. Se ratifica mi hipótesis de que los ciudadanos se movilizan cuando hay pulsión de cambio. Eso hace más peligrosa la abultada abstención que “disfrutamos” por estos pagos. El abstencionista es presa fácil de los cambios, y aquí rozamos por arriba el 50 %.

Finalmente, el Partido Socialista de Galicia obtiene los mismos resultados en escaños que en las anteriores, 25. Los dos escaños de más que obtiene el Partido Popular se los quita al BNG. No tengo datos, ni tiempo de buscarlos, para hacer la matriz de transferencia de votos. El análisis de los resultados globales no indica nada, por lo que habría que descender a datos provinciales e, incluso locales. Pero estoy seguro que daría para muchos párrafos de conclusiones.

Por último, Touriño ha sido sometido a una brutal campaña, que ha calado, contra sus gustos por el “lujo”. Pero mi opinión, ya expresada en este blog, es que, cuando nos pierde el apetito por los “Audi’s” y los cambios “aristocráticos” en los despachos, empezamos a perder credibilidad. El sentido de la austeridad, de no cambiar como somos por donde estamos, permanecer en la cercanía de los ciudadanos, siempre es una buena inversión. Y seña de identidad, salvo para los “super”, de quienes se sienten de izquierdas, nítidamente.
Al final, como siempre, los ciudadanos y ciudadanas, libremente, deciden. Y, ahora, nos toca aprender. Sin excusas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El problema real, desde mi punto de vista es que entre una persona del PSOE como puede ser PPM y una del PP como yo no hay tantas diferencias. Estamos de acuerdo en muchas cosas que suponen las bases de toda la convivencia democrática. Frente a nosotros (dejemos las chorradas)están los nacionalistas que sólo piensan en su beneficio y en su peculio.
Tenemos que llegar a acuerdos con altura de miras. Esa altura de miras no consiste sólo en que la ministra portavoz (que no pasaría de directora general en el peor de los gobiernos de Felipe Gonzalez) vocee diciendo que el PP no arrima el hombro. La labor del PP, mientras no se le ofrezca de verdad un pacto es la de oposición. Necesitamos ponernos de acuerdo en cuestiones básicas como la educación (que hemos empeorado en cuanto a calidad desde el sistema de la LGE de 1970); necesitamos mejorar la justicia sin sectarismos; necesitamos cerrar el desarrollo de los estatutos de autonomía clarificando las competencias. Las autonomías deben autofinanciarse para que dejen de serun pozo sin fondo.
Pero para eso necesitamos antes acabar con el pacto del Tinell que yo sepa no hay otro ejemplo de exclusión de una fuerza democrática por el simple hecho de que no nos gusta.
Creo que los pactos del PSOE renunciando por completo a los principios de la izquierda y confundiéndose con lo más fascista que hay en España ahora mismo que es el nacionalismo no le resultan beneficiosos.
Por último cambiemos el sistema electoral y hagamos que los electores sepan quienes los representan. Así podremos exigir a personas y no a partidos.