Poder e invisibilidad

He leído hoy un artículo en El Correo de Andalucía, de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que tiene este mismo título. Nos habla de cómo quién ha tenido poder y lo pierde, se vuelve invisible. De cómo somos prisioneros de la fama cuando estamos arriba, de lo que nos quejamos pero nos gusta. Que si no deja de sonar el móvil, que si no puedo andar por la calle sin que alguien se acerque….. Pero, en eso también consiste la erótica del poder. Cuando ya no estamos arriba, ni se nos ve. No suena el movil, nadie nos para.

Creo que todos y todas los que nos dedicamos a lo público, de forma profesional o amateur, debemos reflexionar sobre esta cuestión y adoptar modelos de actuación éticos, además de los legales.

Es muy fácil acostumbrarse a las prebendas del poder. A los móviles gratis, a las tarjetas de crédito a cargo de la institución, a los coches oficiales hasta para ir a…. A que nos inviten siempre, nos saluden con pleitesía, etc. Tanto nos acostumbramos, que todo nos parece natural. Y, si se nos critica, si crece la discrepancia a nuestro alrededor, si hay malestar y ruido de fondo, es que no saben lo que quieren, son unos pocos resentidos, la cosa va bien, somos los amos.

He tenido la suerte de estar arriba y abajo. De que me eleven y de que me hundan. De que se me vea mucho a esa invisibilidad que habla Rodríguez Ibarra. 48 años de edad y 31 en política, de una u otra manera, enseñan mucho, dan para mucho.

Y uno aprende. Aprende que los amigos son los de verdad. Aprende a usar los medios públicos con mesura y control. Aprende que tantas palmadas en la espalda terminan doliendo.

Y, sobre todo aprende, a no dar clase de nada, pues los errores cometidos siempre están por delante de los aciertos.