domingo, 18 de mayo de 2008

La ética y la estética del Poder.

El nombramiento del ex jefe de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno, David Taguas, como presidente de la Asociación empresarial de los grandes constructores y promotores del país ha levantado y sigue levantando polémica.

Hace unos días, el Ministerio de Administraciones Públicas ha dictaminado que, de acuerdo con la vigente Ley de Incompatibilidades, puede ocupar el cargo, ya que en su responsabilidad anterior, no adoptaba Resoluciones relacionadas con las que, desde ahora, serán sus actividades.

Es posible que sea legal. Bueno, lo es, pues así lo ha dicho quien puede y debe decirlo. Pero yo no estoy de acuerdo. Y creo que hay que decirlo.

En mi opinión, es muy importante para la credibilidad de quienes nos dedicamos a la Política que mantengamos una actitud ética, por encima de las limitaciones legales. Los ciudadanos y ciudadanas nos miran con lupa, y eso debe hacernos muy exigentes no sólo con lo que hacemos, sino también con lo que aparentamos.

Por eso, junto a la ética, debemos cuidar la estética.

Y mi Partido, el Partido Socialista, debe ser especialmente cuidadoso con eso, y nunca utilizar como argumentación que “el otro” también lo hizo. Tenemos que recordar siempre lo que nos pasó en la década de los noventa. De tanto estar en el poder, de eliminar la capacidad de autocrítica, de llenarnos de “palmaditas” en la espalda, dejamos pasar cosas a nuestro entorno que no entendió, ni nuestro electorado ni muchos de nosotros. Y lo pagamos muy caro, los socialistas y la propia sociedad.

Los conocidos como “beautiful people”, los que pasaban de la política a los grandes negocios con una sonrisa, los que se llenaban de elementos estéticos alejados de nuestra manera de ser, nos hicieron mucho daño. Y el silencio que guardamos los que estábamos dentro, más daño aún.

Nos hemos acostumbrados demasiado a callar para no molestar y seguir arriba, a aplaudir a quien está en el poder, aunque lo haga “regular” (Eso sí, cuando caiga, todos contra él, leña del árbol caído). Nadie defendería hoy a esos “marianos rubios” y similares. Pero pocos lo denunciamos entonces.

Por eso, yo digo que no estoy de acuerdo. Y que debíamos impedirlo. Aunque sea legal. Aunque David Taguas es un hombre honrado, capaz y ético. Pero la estética también necesita su sitio en la defensa de la dignidad de la política.

Y en todos los niveles. En cada autonomía, en cada provincia y en cada pueblo. La gente ya no cree los puñetazos en el pecho ni los baños de populismo. Cada vez, menos.

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