Escribo el día en que empieza la Feria de nuestra Ciudad. Hoy se producirá lo que venimos denominando “la prueba del alumbrado”, simbolizado en el acto en el cual el Alcalde pulsa el interruptor que da lugar a la explosión de luces en la portada y las calles del Real.
Cierto es que el comienzo de la feria, para quienes les gusta, ya comenzó hace tiempo; este domingo no se podía andar, y el martes había bastantes cenas de “pescaito” en las casetas, entre ellas la del PSOE, a la que asistí.
Se había convertido en una tradición, yo creo que buena tradición, que ese mismo día se celebrara, antes en el Salón de Plenos del Ayuntamiento y luego en algún precioso Restaurante, un acto para distinguir a aquellos alcalareños y alcalareñas que habían sobresalido por méritos de ese año o de su trayectoria vital.
A mi, que fui parte de la decisión de proponerlos durante doce años como Portavoz del Grupo Socialista, me llenaba de orgullo y satisfacción ver como paisanos nuestros, por nacimiento o por elección, llevaban a gala el nombre de nuestro pueblo en ámbitos como las letras, la ciencia, el arte, el toreo, la música o, simplemente, por tener el reconocimiento de los vecinos.
No mencionaré ningún premiado o premiada, pero en mente de todos están esos discursos emocionados, esos aplausos sinceros y orgullosos de sus convecinos, esas lágrimas de las familias, que veían recompensados esfuerzos, ausencias en el espacio y el tiempo.
Desconozco la causa por la que desde un par de años no se celebra este acto. Se dijo que sería otro formato, otra fecha, que eran muchos premiados, que…
Sigue habiendo muchos Distinguidos y Distinguidas en Alcalá. No creo que nadie piense que ya sólo destaca uno, o pocos. Yo abogo por su reimplantación. Era sano, servía de ejemplo, de referente, de orgullo. No hacía daño, elevaba nuestra autoestima. ¿Cuál es entonces el problema?
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