domingo, 28 de marzo de 2010

El valor de lo público.

Asistimos en los últimos tiempos a un serio intento de denigrar a lo público, a todo lo que tenga como único objetivo el interés general, a lo que no se rige por ese misterioso “mercado libre de la competencia”, cuya exageración nos ha llevado a la crisis económica y social actual.

No llega a los límites de los Estados Unidos de América, en la campaña contra la reforma sanitaria de Obama (se está amenazando a las familias de los congresistas que han votado sí), pero está bien orquestada, con una campaña permanente, con titulares engañosos, desvirtuados, que incluye a la Administración (quizás menos) y, sobre todo, a empresas públicas y cajas de ahorros.

Se aprovecha con claro interés aquellos casos de irregularidades, cuando no auténtica corrupción, para cargar contra todas estas instituciones y pedir su desaparición, o hacerlas tan débiles que pierdan su sentido. Ciertamente, ha habido episodios lamentables, como Mercasevilla o Caja Castilla La Mancha. Pero esa no es la regla general. La regla masiva es la buena gestión, el control y el trabajo estable. El servicio a la comunidad, el cumplimiento de sus fines y la prestación de servicios.

Es evidente que hay muchos que quieren coger “cacho”. Es decir, que todo pase a manos privadas, a la competencia pura y dura y a la ley de los beneficios. Pasa con muchas contratas.

En el caso de las Cajas de ahorro, modelo de funcionamiento y reversión a la sociedad de los beneficios a través de las Obras Sociales, la gran Banca quiere ese trozo de la tarta, y para ello, se magnifican a la que tienen problemas, se las acusa de politización, de mala gestión, y se pide su desaparición, o al menos la pérdida del carácter que tienen.

Por ello, y por parte de quienes creemos que lo público tiene sentido, que es parte del Estado y es una garantía en sectores claves, en prestaciones de servicios a la sociedad, hemos de hacer un esfuerzo sin parangón, por defenderlas, por convertirlas en eficientes, en transparentes, en ejemplo de profesionalidad y servicio, y por ponerlas de manifiesto, de ejemplo, por vender sus resultados y sus beneficios.

La conjunción del esfuerzo de quienes las dirigen y de sus trabajadores ha de ser la mejor arma para mantenerlas, para hacerlas útiles y necesarias, para que la sociedad las reconozca y las valore.

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