viernes, 25 de diciembre de 2009

La clase política.

Acaba de publicarse el estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas, correspondiente al Barómetro de noviembre de 2008. Estos estudios tienen, entre sus ventajas, la de constituir series periódicas continuas, lo que nos permite comparar y estudiar evoluciones.

El dato que más me ha llamado la atención es que el tercer problema, para los encuestados, es “la clase política, los partidos políticos”, como literalmente figura. Sólo detrás del paro y las cuestiones económicas, y por delante de la inmigración y el terrorismo.

Más del 60% de los encuestados dicen que la situación política es mala o muy mala.

Me parecen datos terroríficos, estremecedores. Que en una democracia representativa, que consiste básicamente en depositar la confianza en unas personas para que nos gobiernen en nuestro nombre, tengamos esta opinión, y ganada a pulso, es deleznable.

Y no digo estas cosas desde fuera, sino dentro de esa denostada “clase”. Llevo desde los quince años en política, cultural, sindical, vecinal o partidaria, orgánica o institucional. Y ahora ocupo en un alto cargo político.

Por eso me siento más avergonzado. Me asquea y me asqueo. No nos importa hacer política de tierra quemada. Todo vale. Los imputados de otro partido tienen que dimitir, los míos tienen derecho a la presunción de inocencia. El transfuguismo es malo, salvo que me favorezca, que entonces lo hago por la gobernabilidad. La corrupción solo es proporcional al poder que se ostenta, pero afecta a todos en todas partes. El discurso se basa en la descalificación, cuando no en el insulto. Quien más chilla es más aplaudido por los suyos, no importa lo que diga.

El resultado, la desafección, la alta abstención, el pasotismo. Consecuencia, nada cambia, la sociedad se desarticula, cada uno a lo suyo. El final, pierde la democracia, surgen los liderazgos personalistas. Y vuelta a empezar.

Tiene que haber una reacción. El Rey lo decía hace un rato en su discurso. Hay que anteponer intereses generales, y más en estos momentos; hace falta unidad en lo fundamental (salida de la crisis, educación, lucha contra la corrupción, contra el terrorismo) y discrepancia en lo demás, pero basada en las ideas, no en la confrontación.

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