viernes, 1 de mayo de 2009

Planificación o angustia

La teoría del management, o de la Dirección de Empresa, nos sorprende, cada cierto tiempo, con propuestas modernas que se ponen de moda. Dirección por objetivos, gestión de la calidad o del talento, presupuesto en base cero. De todas estas teorías va quedando un poso que enriquece la gestión, y se traslada a todos los ámbitos de la sociedad, incluida, a veces, la Administración Pública.

Una de las de más éxito ha sido sin duda la planificación estratégica. Sin ánimo de ser académico, consiste en analizar la realidad existente, recopilar de forma rigurosa datos y opiniones que avalen el análisis, definir con perspectiva la dirección a la que se quiere ir y adoptar las decisiones a largo plazo que lo hagan posible. Es decir, no actuar (no gobernar) en el corto plazo, sino pensando en un horizonte temporal más largo.

En Alcalá se ha sido pionero en la planificación estratégica, como ha ocurrido con el Plan de Desarrollo Sostenible de Alcalá (PDSA), que alcanzó desde 1999 hasta este mismo año y que fue todo un hito de consenso social y político. Ahora se procede a su nueva formulación.

Desgraciadamente, no se ha planificado igual en todos los ámbitos. Y me refiero en este momento a la educación, o mejor dicho, a las infraestructuras educativas. Vamos, a los colegios para nuestros hijos (y nietos).

Viene hoy en El Correo de Andalucía una noticia sobre los colegios necesarios y que ahora empezarán a construirse. Y aquí es donde empieza la parte de la angustia.

Conozco muy de cerca a varias familias que viven hoy una auténtica desazón por no saber si van a poder escolarizar a sus hijos en los colegios más cercanos, o siquiera si van a poder escolarizarlos. En estos tiempos, que hemos hecho de la conciliación laboral y familiar una enseña, esa angustia es muy considerable.

Claro, decir ahora que nos sorprende el crecimiento, que se desbordan las previsiones de la demanda, pues nos sorprende a nosotros. ¿Es que al recalificar terrenos, conceder (y cobrar) licencias de obras, no sabíamos que serían jóvenes matrimonios los nuevos vecinos, y a los tres años demandarían escuelas? ¿Es que los empadronamientos de cambios de residencia y los nacimientos no nos indicaban por donde iría la demanda?

Ahora, difícilmente tranquilizamos a unos padres que, teniendo un colegio a cien metros de su casa, van a tener que escolarizar a su hijo o hija en otro, aun no iniciada su construcción, a más de un kilómetro. No desde luego sólo con declaraciones en prensa y previsiones no concretas.

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