domingo, 13 de junio de 2010

La crisis psicológica.

Estamos en un tiempo en el que, lo que hoy es una verdad absoluta, mañana no existe; a veces ni reconocemos haber dicho o sostenido eso. Todo es efímero, perecedero.

En la crisis ocurre eso de manera muy relevante. Por ejemplo, hasta hace poco, manteníamos que la coyuntura tenía mucho de psicológica, en el sentido de que había incertidumbre y miedos que impedían que el dinero circulara y generara consumo y empleo. Por ello, emprendimos campañas diciendo que no pasaba nada, que era temporal, que “estoloarreglamosentretodos.com”, etc.

Ahora, estamos en el polo opuesto. Quién más anuncie medidas de recortes, más eco obtiene. Quién menos inversiones proponga, más “responsable” es. Es más, cuanto más nos ocultemos, cuánto menos digamos, parece que mejor estamos. Casi la invisibilidad para no molestar, sobre todo si somos políticos.

Yo pienso lo contrario. Creo que hay que anunciar la realidad (dificilísima) que tenemos. Pero con optimismo, con seguridad, buscando complicidades ante las adversidades. Creo que hay que dar la cara (y así hemos visto en los últimos días a Zapatero, González y Griñán).

Hay que demostrar más personalidad que nunca, más principios que nunca, más política que nunca. Sin arrugarnos porque haya encuestas que digan que los políticos se han convertido en un problema. Será culpa nuestra esa opinión, cambiémosla con hechos, con explicaciones, con acciones.

Impresionante esa frase que viene hoy en El País: “Los mercados nos hundieron, quisimos cambiar los mercados, y nos están cambiando ellos a nosotros”.

Por cierto, un pronóstico, me arriesgo a fallar. El PP sí votará ahora a favor. Tácticismo puro. Han quedado mal oponiéndose a medidas que toda Europa, sobre todo la conservadora, está adoptando. Ahora, lavado de cara, como los síes de Arenas en el Parlamento. Como dice mi amigo, son de principios profundos pero nada definitivos.

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