Sinceramente, no creo, o no quiero creer en las conspiraciones. Porque, usando esa palabra, parece que queremos referirnos a algo superior, etéreo, y casi indefendible. Esa “conspiración judeo-masónica” a la que aludía ese Dictador, contra quien no se puede ni investigar. Era una manera de referirse a ese peligro Superior, que nos hacía necesitar de ese cuidado paternalista y dictatorial.
Y no me gusta ese término, cuando nos referimos al conjunto de intereses empeñados en que el PSOE deje el Gobierno de la nación. Porque creo que hay que referirse a cada uno de esos intereses, fortísimos, desaforados, para denunciarlos y combatirlos. Y hacer el necesario ejercicio pedagógico para que todos lo entiendan
Intereses muy concretos que la imagen económica de España (mala a muy mala) sea considerada pésima a caótica. Porque de eso sacarán pingües beneficios, como está pasando con la bajada del euro, o las caídas y subidas de la Bolsa española. No crean que ellos pierden el 5% y dos días después ganan el 3%. No. Son otros los que siempre pierden, y Ellos los que siempre ganan (la mayúscula no es error). Y hay que decir quiénes son los Madoff de este momento.
Intereses muy concretos de una derecha política que tiene auténtica necesidad de volver al poder, y no pactaran nada, no ayudaran nada y volverán al “váyase, Sr. González”, contra Zapatero. Porque saben mejor que nadie que sólo destrozando al líder, desprestigiándolo, hundiéndolo, insultándolo, podrán ganar las elecciones, pues en carisma no le gana Rajoy.
Intereses muy concretos, y confesados en otra época por Ansón (o Anson), de determinados medios de comunicación, con una muy bien trazada estrategia, de “lluvia fina”, de desgaste.
Y, aunque de acuerdo con el Diccionario, a esta confluencia de intereses puede llamársele conspiración, prefiero que nos centremos en explicar cada una, en ponerles nombre, en combatirlas sin ambigüedades.
Y que decidan los electores. Entre un modelo y otro. Los dos son recientes y comparables.